martes, 28 de diciembre de 2010

AÑORANDO RUTINAS

Casi un mes sin escribir un post.
5 semanas fuera de casa, peleando con albañiles, fontaneros, electricistas... 2 semanas más intentando organizar ciertos rincones nuevos y redecorar ciertos rincones antiguos. Y todo con el dinero contado al céntimo y duramente ahorrado durante meses y meses y meses...
Ha sido y está siendo complicado e incómodo, pero también ilusionante y retador. Son sólo unos pocos metros cuadrados, pero con eso es suficiente para poner orden, y eso es bastante.
Sin embargo, es curioso  cómo unos diás fuera de casa trastocan tu rutina: no he tocado una aguja.
Todos los regalos de Navidad al garete, ni siquiera podrán ya ser entregados para Reyes.
Estoy tan agotada que cuando vuelvo a casa del trabajo y conseguimos que Germán se duerma, lo único que hago es sentarme y voltear entre los dedos unos botones, pedacitos de fieltro, bolas para pendientes de fimo de hace siglos, ovillos de lana con los cuales  no me permito empezar a trabajar porque mi carácter disciplinado (o mi culpabilidad judeo-cristiana, que para el caso viene a ser lo mismo) me obliga a no comenzar nada nuevo sin terminar lo que está a medio, marcos de fotos que debería customizar para dar algo de alegría a mi nueva salita... Pero no arranco el motor. Y si no hago trabajar mis manos, tampoco podré relajar mi cabeza, así que esto es una especie de pescadilla que se muerde la cola.
No sé si esto es síntoma de algún tipo de depresión o simple agotamiento mental.
Espero que no sea para tanto.